Capítulo 3
LAS TENTACIONES
LAS TENTACIONES
"Cuanto más conscientes somos de la gracia del Gran Hacedor del Universo, tanto más debemos implorar su protección divina para no ser vencidos por las tentaciones, las cuales surgen tanto en las circunstancias mayormente adversas como cuando la vida nos sonríe en plenitud. Por eso mismo es grande el peligro y, entonces, debemos estar en alerta a fin de no exponernos a las tentaciones ni colocarnos en situaciones en las que el mal podría dominarnos."
El discípulo bien que sabía lo anterior y, sin embargo, le era claro que, antes de llegar a ser Maestro, debía vencer las siete tentaciones, y que las mismas le serían presentadas de maneras muy sutiles como los más secretos deseos, incluso que podrían disfrazarse de aparentes formas de dominio del mundo de la materia.
Su primera tentación fue una hermosa doncella. Al discípulo se le apareció vestida de blanco y cubierta de un velo igualmente blanco. Su primer impulso o ferviente deseo fue conquistarla y levantarle el velo para entrar en su atrayente mirada, porque en ella se notaba de antemano la matriz virgen de todas las cosas y el himen puro de la sabiduría eterna que andaba buscando.
Solamente con verla hubo de experimentar que fue remontado a los primeros tiempos de Roma, acompañado por esa mujer electa de entre las muy jovenes doncellas y más perfectas de la ciudad: una virgen vestal, sacerdotisa, cuya principal función era mantener vivo el Fuego Sagrado de la diosa Vesta. Fuego que hubo de encender todo el ser del aprendiz, o igualmente llamado mago por el vulgo, impulsando fuertemente sus instintos al parecer todavia incontrolables.
Cuando dio el primer paso para conseguir su objetivo, efectivamente, advirtió que era una vestal, empero su vista hubo de mostrarle otra serie de cosas: "La sacerdotisa llevaba sobre su cabeza una tiara de triple círculo, símbolo de la trinidad superior conquistada; que defendían su velo los signos zodiacales de Virgo y la Luna; que llevaba escrita en sus manos la ley cósmica de causa y efecto; y que en su pecho estaba grabado el símbolo de la unión fecunda del arriba y del abajo."
De pie, el discípulo contempló largamente a la sacerdotisa vestida de blanco, oculto su brazo derecho por un manto azul, y defendida por las columnas de los dos principios que determinaban toda polaridad y todo movimiento, dejando ver en su mano izquierda la ley escrita y en su pecho el símbolo de Mercurio entregado a todos los que pretendían tan Augusta Iniciación.
Entonces, el discípulo retrocedió hasta el atrium sin dar la espalda y, por supuesto, comprendió que había vencido la primera tentación; al respecto se dijo: "Cuando alguno es tentado, no diga que es tentado de parte del Todopoderoso; porque Dios no puede ser tentado por el mal, ni tienta a nadie". Acto seguido, el joven dio inicio de nueva cuenta a su andar. La ruta lo esperaba otra vez. Hay que seguir adelante.
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EL maestro dijo: "Ponga atención el Logos a lo que voy a decir -'Ningún hombre puede entrar en la Luz, sino hasta que se ha encontrado a sí mismo. Ve y busca hasta que hayas encontrado tu alma, entonces vuelve. [...] Una revelación vino: "Él se puso en contacto con su alma; se encontró a sí mismo, y desde ese momento, ÉL NUNCA ESTUVO SOLO" "¿ENGAÑAR? ¡¡JAMÁS, MIENTRAS EL SOL LUZCA!! Y entonces, tomó su camino, 'escribió su vida en una vara', tomó a su sacerdotiza y retornarón.
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