“En este recorrido, solamente a propósito de este sendero, hacia la luz, tanto el discípulo como el Maestro, están fuera de todo orden, hasta luego de pasados tres años, cuando la ley habrá de sustituir a aquél, siendo entonces deber de ambos guardarla y hacerla guardar para quienes los sucedan y así sucesivamente, pues se ha dicho que todo iniciado propugnará por el imperio de ésta como un modo humano de que haya orden en el caos.”
Por el camino, algunos de los que le observaban, le llamaban loco. Los hechiceros y los perros, los cancerberos y los guardianes del umbral, intentaron hacerle variar de dirección para que cayera en un precipicio sin retorno.
Su tiempo se medía por las lunas y su acción debía guiarse solamente por la dirección y la luz del Sol. En una mano llevaba el símbolo de la Orden en que había sido iniciado: una rosa de color blanco.
Sobre los hombros apoyaba una vara con doble equipaje defendido por su mano izquierda; en el equipaje de atrás guardaba los signos y las claves para no detenerse, ni errar en el camino, en el equipaje delantero acumulaba la sabiduría.
Sobre la cabeza del iniciado, llamado loco, podía verse este símbolo: un círculo y una cruz en el centro, el signo del planeta donde debía conquistar la vieja serpiente. El loco no era el loco, como ya se dijo era el discípulo puesto en camino, llamado loco por quienes no habían tenido el valor de emprender la búsqueda alquímica del conocimiento.
[Se ha transcrito e interpretado del "Tarot a la Luz del Alma", lo que se hace constar para los efectos conducentes].
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